Sunday, April 26, 2009

El Movimiento de la Memoria (Cuarta entrega)

Por Jeremy Treglown(Fuente: revista literaria GRANTA numero 105, Spring 2009)

(Viene del post anterior...)
El primer encuentro que tuve con Santiago fue un miércoles despejado y frío, en Valdecaballeros, a comienzos de Diciembre del 2008; el regresaba de un nuevo proyecto al norte de Cáceres el cual no parecía ir bien. Estaba interesado en un reporte de una fosa en un pueblo pequeño cerca de Guadalupe. Valdecaballeros esta entre esos dos lugares y Marina se ha contactado recientemente con la asociación. El 70 aniversario de la muerte de Waldo se cumplirá el próximo mes de abril. Cumpliendo el deseo de su hija Benilde, los familiares tiene la esperanza de encontrar sus restos para darle cristiana sepultura.
Se nos unieron al grupo dos hombres de inspección de terrenos que vinieron en la SUV de Madrid, trayendo equipos de geo radar y un detector de metales. Después de almorzar les pregunte acerca de los gastos que involucran su trabajo. Por los proyectos que realizaran en la zona existe una subvención estatal pero el propietario de la empresa que reconoce los terrenos, un hombre locuaz de nombre Luis, dice que esa subvención no cubre ni remotamente los gastos del proyecto. Indignado comentó que “si un avión se estrella, aparecen por todos lados, bomberos, ambulancias, la Guardia; pero como los muertos de la Guerra Civil están bajo tierra, nada. Además, ¿Usted tiene alguna idea de cuanto cuesta un kilómetro de autovia? Seis millones de euros.” Pensaba en estas analogías mientras íbamos conduciendo para reunirnos en una curva de la carretera ubicada en los limites del pueblo, con el pequeño convoy: un hombre viejo en un Mercedes, Marina y su madre, la hermana de Marina y su amigo, Manuel. Benilde se quedo en Madrid con otros parientes.

La ruta que tomamos fue la misma que Waldo realizo en su ultimo viaje. Nos estacionamos al lado del camino principal y mientras caminamos detrás del Jeep de los inspectores, por una colina esparcida de robles; las nietas de Waldo empezaron a mostrarse crecientemente preocupadas. En este lugar, más cercano a Castilblanco que a Valdecaballeros, el terreno se inclina regularmente y los árboles están más distanciados. No hay otra cosa en el lugar que una cima plana hacia el norte –con su vista amplia, un punto estratégico durante la Guerra Civil- y un reservorio de la época de Franco hacia el sur, solo se destacan sobre el terreno grupos sucesivos de cardos. A mitad de camino, el hombre del Mercedes, que resulto ser un ex alcalde de Valdecaballeros, nos manifiestó que el pensaba que la tumba estaba ligeramente al oeste del camino de trocha por el que andábamos. Era por ese lugar donde los republicanos se habían atrincherado y donde Waldo y otros fueron sepultados.

Manuel, y de eso no quedo duda alguna, era de por si un aficionado de la Guerra Civil. Luego de unas consultas, el y Santiago rectificaron el camino y se dirigieron a lo largo de la ruta principal con la finalidad de orientarse. Regresaron al lugar previo con actitud decisiva. En el sendero que hay hacia el este y como a cien metros de donde se encontraba el ex alcalde, los inspectores desempacaron su detector de metales y lo que parecía un aparato que venia posicionado en un pequeño coche a ruedas: una estructura triangular montada sobre tres ruedas neumáticas; y debajo, una caja de plástico sobre un cabestrillo, que contiene una maquina de radar; sobre los manubrios, el monitor. A continuación se inicio una especie de procesión sobre el terreno accidentado; por momentos empujando hacia adelante el coche de radar, por momentos maniobrando con el detector de metales de un lado a otro o las dos operaciones al mismo tiempo. No convencido por los resultados de esta actividad, el exalcalde regreso a casa. Me comentó sus dudas sobre este procedimiento. Veinte años atrás, vivían aun personas que sabían exactamente la ubicación del lugar. Hoy va a ser sumamente difícil encontrar a alguien con información confiable. Además, con parientes muertos en ambos lados, esta era una verdad para muchas de las personas de los alrededores.

Santiago habla a través de su celular. La mujer se acurruca al hablar. Manuel y yo observamos por sobre el hombro de Luis las oscilaciones del subsuelo que nos muestra la pantalla del monitor. Han encontrado lo que piensan es la línea de la zanja y que corresponde a las indicaciones que sobre la orientación había dado el exalcalde. En un punto sobre la diagonal inspeccionada aparece un territorio ancho, profundo y triangular que parece indicar una fosa. Santiago marca con una roca el centro del terreno a la par que se plantan algunos conos de tráfico sobre la línea que delimita este terreno.

Luis toma el detector de metales cuando se encuentra en el punto mas alto, al oeste del terreno delimitado, empieza a emitir el pitido. Desliza la placa del detector sobre el resto del terreno, toma una pala y empieza a cavar. A unos centímetros de la superficie encuentra un cartucho de bala opacado, inequívocamente diferente a los cartuchos de caza que se suelen encontrar por estos territorios de venados y jabalíes salvajes. Continua escarbando la tierra y alerta a Santiago, mientras el resto de nosotros nos agachamos para dar una mirada al pequeño objeto. No lejos de ese lugar y en la misma línea, Luis encuentra un segundo cartucho.

Este fue un punto culminante en la tarde. Y luego vendrá otro, cuando Santiago, seguro del éxito de la empresa, empezó hacer las gestiones para obtener las excavadoras mecánicas. Coincidiendo con el buen humor, Marina le comenta feliz que la familia de Manuel tiene dos maquinas. Los planes para el próximo día fueron discutidos –Santiago aun tiene que regresar a Cáceres para otra excavación- y la mujer se retiro del lugar. Luis, sin embargo, no se encontraba satisfecho: ‘No me sorprende encontrar balas donde hubo una trinchera militar. Me sentiría mejor si encontráramos mas de ellas’. En el tiempo que les quedo de luz, Santiago les pidió a sus hombres que sigan trabajando sobre diferentes partes del terreno, pero nada se materializo. Acordando reunirnos mas tarde esa noche, empacamos nuestras cosas, nos dimos las manos y nos retiramos. Luis y sus colegas regresarían a Madrid, Santiago a Cáceres y yo a mi hostal en las inmediaciones.

Al inicio del invierno en Andalucía, empieza la cosecha de olivos, y he tomado conocimiento que los trabajadores españoles que hace cuarenta años abandonaron el trabajo agrícola en favor de la construcción, están empezando a regresar al campo, con la consecuencia que las entidades benéficas tienen ahora que alimentar a los trabajadores itinerantes del África que vienen siendo desplazados. Aquí se ven involucradas dolorosas y diversas memorias culturales: recuerdos de la España hambrienta que tan bien conoció Waldo Ruiz. Traté de imaginarme aquellos tiempos a la mañana siguiente de la inspección, al lado del camino entre Valdecaballeros y Castilblanco, mientras Manuel se moviliza ruidosamente con su excavadora amarilla a través de una densa y fría niebla. Le sigue Santiago en una camioneta Volkswagen de pasajeros y por otro automóvil que también moviliza voluntarios –en total seis, todos jóvenes de entre veinte y treinta años, con educación superior y algunos de ellos entrenados en prácticas arqueológicas. En la parte trasera de la VW, hay un saco lleno de picos y palas y un baño portátil para las necesidades básicas.

A eso de las diez y treinta, la excavadora realizo con cautela la primera perforación de medio metro de profundidad en el lugar donde Santiago había dejado la piedra el día anterior. Todos empezaron a extender la pila de tierra que la excavadora iba removiendo. La misma que era filtrada con cuidado a un lado. Una joven mujer que trabaja a tiempo completo para la ARHM, rastrillo dentro de la excavación. Nada. Dirigido por un miembro veterano del equipo, Manuel repitió este proceso lentamente a lo largo de la línea demarcada, hasta cavar una trinchera poco profunda de unos seis metros de largo. Luego se le pidió que vuelva hacer la misma operación, cavando otro medio metro. Se llega así al nivel que usualmente se encuentran los restos, y una vez mas, los ánimos se volvieron expectantes. En varias oportunidades, uno que otro miembro del equipo le pedia a Manuel que se detenga, descendiendo en la zanja y rastrillando alrededor de areas donde la tierra parecia mas suave o de diferente color. Cuando la excavación era de casi dos metros de profundidad, una nueva zanja se empezaba a cavar, paralela a esta y a un metro de distancia. (Continuara…)

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