Sunday, April 19, 2009


El Movimiento de la Memoria
(Segunda entrega)

Por Jeremy Treglown
(Fuente: revista literaria GRANTA numero 105, Spring 2009)

Décadas después del final de la Guerra Civil Española, sus victimas se encuentran en el corazón de una intensa batalla


(Viene del post anterior...)
Exuberante, atractivo, engreído, incontrolable, extraordinariamente extravagante; Lorca siempre le tuvo miedo a la muerte. Y utilizo estos sentimientos hacia la muerte y el sexo –su homosexualidad, su mezcla de fascinación y horror hacia la sexualidad femenina-, en su trabajo creativo. Al igual que el cineasta Pedro Almodóvar hoy en día, Lorca era reconocido dentro y fuera de España, con las consecuencias de la hostilidad de aquellos españoles que no gustaban de su arte, o si quiera, la idea de ese arte agravado en el sentimiento de ellos mismos como personas rechazadas y por tanto daba a España una mala reputación. Pero pensar en torno a la Guerra Civil en esos términos de internacionalidad, acarreaba el riesgo de olvidar su intenso localismo. En regiones como la nativa Granada de Lorca, sus participantes con frecuencia tenían parientes en ambos bandos; fueron a la iglesia y a la escuela juntos, han tenido amigos y enemigos en común; conocían los secretos de los otros, sus fantasías, sus envidias. Y cuando Lorca se hace famoso fuera de Granada, algunos de aquellos que dejo atrás se volvieron extremadamente orgullosos de su éxito, mientras que a otros les origino envidia. Todo ello además de la cercana amistad con Salvador Dalí y Luis Buñuel.

Entre los más activos partidarios de la presente ola de exhumaciones se encuentra el biógrafo de Lorca, Ian Gibson, cuyo primer libro publicado –aunque no en España- mientras Franco aun estaba en el poder, relata los pormenores del asesinato del poeta. Irlandés de nacimiento, Gibson se nacionalizo español y vive en la actualidad en Madrid, donde la gente en las calles y en los bares se le acerca con frecuencia para saludarle y estrecharle una mano. Su descripción perfectamente mesurada y juiciosa de los últimos días del poeta relata la complejidad de la política regional de Granada entre los meses de julio y agosto de 1936, especialmente en la falange y en las guarniciones militares: la publicidad que un diario local dio al retorno del poeta a lo que creyó era la seguridad del hogar de sus padres; el insignificante pero genuino enojo que recientemente había causado con un ataque publico a la clase media; el temor incrementado por el registro de su casa; su primera perdida durante la guerra cuando su cuñado, el alcalde socialista de Granada fue asesinado; el pánico absoluto de Lorca; el desafiante refugio que le dieron los amigos de la familia que pertenecían a la Falange. Pero lo crucial de todo este drama psicológico esta en un protagonista, diferente al mismo Lorca; en la figura del ambicioso y pomposo para luego ridiculizado y humillado conservador Ramón Ruiz Alonso, parlamentario representante por Granada. A quien la rebelión militar le deparo el primer poder real que pudiera conocer y de cómo utilizarlo a través del odio personal hacia el “poeta de la gran y gorda cabeza” y de todo lo que este representaba. En la tarde del 16 de agosto de 1936, Alonso y dos acompañantes indeseables fueron a llevárselo.

No hay consenso para definir lo que sucedió después de su captura y los hechos escasos que tenemos hacen que esta historia se vuelva tan poderosa. Sabemos que Lorca fue encarcelado al menos dos días y que durante ese tiempo fue incapaz de ocultar su terror. Podemos conjeturar que esta conducta dio a sus verdugos el ánimo y la oportunidad. Sabemos que fue esposado a un profesor de primaria republicano de nombre Dioscoro Galindo Gonzáles, y esposados fueron trasladados a Viznar, en las colinas detrás de Granada, en ese entonces una fortificación rebelde y lugar común de ejecuciones, donde noche tras noche, destacamento de prisioneros eran dispuestos frente al “Escuadrón Negro”: conformado por hombres voluntarios para este trabajo porque lo disfrutaban. Fueron asesinados y enterrados junto a otros dos prisioneros. A la mañana siguiente una de las personas que originalmente arresto al poeta, un terrateniente y conocido play-boy, amigo de Alonso, se le escucho jactarse que el había ayudado a fusilar a Lorca disparando “dos balas dentro de su culo por ser marica”.

Esto es todo lo que se sabe. Lo que no se sabe con certeza es donde fueron enterrados los cuerpos. En la actualidad existen dos monumentos a Lorca. Uno esta en una pendiente en donde hoy existe un parque de árboles sobre Viznar y cercano a un sendero de a pie que circunda la colina. Pasada esta, se encuentra una extensa fosa común en algún lugar –los árboles fueron originalmente plantados inmediatamente después de la guerra con la intención de ocultarla- en el camino a la próxima villa, que lleva el nombre de Alfaca. El otro monumento esta al final de este sendero, detrás de una reja con un candado. Gran parte del debate se centra en cual de estos lugares se encuentran los restos de Lorca y, en el actual momento, existe una fuerte presión para excavar en ambos lugares. En el caso de Lorca, las preguntas obvias y genéricas son ¿para que desenterrar y luego que?

Hasta hace poco, los sobrinos y sobrinas del poeta, se habían mostrado unidos, al menos en publico, al argumentar que la mejor manera de permanecer fiel a la verdad histórica de España, es dejando a los muertos donde se encuentran. Pero a medida que la campaña a favor de las exhumaciones viene ganando fuerza; los descendientes del hombre que fue enterrado con Lorca han manifestado su deseo por la exhumación de los cuerpos y esto de alguna manera a forzado a los familiares del poeta a reconsiderar su posición inicial. Ni los arqueólogos, después de todo, pueden excavar una fosa común de manera selectiva. Y al margen de consideraciones practicas, este caso (Lorca) ha ayudado a traer al debate ciertas complicaciones sobre el tema de la memoria.

En primer lugar, las actitudes de los españoles hacia los muertos siempre han venido acompañadas con una mezcla paradójica de reverencia y superficialidad. Las tumbas son visitadas con cierto grado de ceremonia durante las fiestas de todos los muertos, a inicios de cada mes de noviembre. La primera escena de la película “Volver” de Almodóvar, en donde Penélope Cruz y sus amigas lustran esas hileras de tumbas, es muy graciosa porque satiriza de esa manera un hecho reconocido en la vida cotidiana de los españoles. Ahora bien, debido a la naturaleza de los terrenos rocosos en gran parte del sur de Europa, muchas tumbas no se hacen cavando huecos en la tierra, sino levantando bloques de concreto llenos de compartimentos según la talla humana: huecos en la pared en donde se da cabida a cada ataúd en forma precisa y ordenada (nichos), seguido de una plancha de cemento o piedra que se sella. Tumbas de este tipo no son vendidas y adquiridas a perpetuidad en propiedad, sino alquiladas. El pago inicial da derecho a un periodo determinado de tiempo. Pero si el pago no se renueva vencido el periodo de tiempo inicial, el cadáver es desahuciado al osario que suele estar ubicado en una de las esquinas del camposanto. Los visitantes llegan en forma respetuosa con sus ramos de flores y sus coronas de plástico y al mismo tiempo pueden estar todos conscientes que a un lado se encuentra una pila desordenada de huesos y cabellos podridos. Las reliquias de los santos, tanto los religiosos como los seculares, involucran contradicciones similares. Solo unos cuantos entre las multitudes de peregrinos en Santiago de Compostela ignoran que la amplia distribución de huesos atribuidos al santo patrón son de lejos demasiados como para haber procedido de un solo esqueleto. Al igual que con Cristóbal Colon, se piensa que los restos de su hijo Diego podrían haberse confundido con los de su padre en el curso de una serie de traslados, en donde padre o hijo o ambos fueron desenterrados en forma sucesiva para volver a ser sepultados en España, La Española, Cuba y luego de regreso a Sevilla.

En este contexto, el hecho de que muchas tumbas, durante el periodo de la Guerra Civil hayan quedado sin una marca, levanta una serie de interrogantes. En los tiempos en que era peligroso prestar atención pública hacia las tumbas del bando republicano, durante la Guerra Civil y los años de represión posteriores, deben haber existido situaciones en que los deudos podrían haber dejado a modo de indicadores, algunas piedras sobre el terreno de estas tumbas. ¿Podría darse el caso que al menos algunos de los afectados –especialmente entre los republicanos más racionalistas y seculares-, considerase que el paradero de los muertos no fuera tan importante? Así lo siente el novelista Javier Marías, refiriéndose a uno de sus tíos asesinado en Madrid, conjuntamente con un grupo de estudiantes amigos. De acuerdo con Marías, su madre y las hermanas de esta, se encontraban en aquellas épocas, muy ocupadas en como sobrevivir, como para dedicarse a la búsqueda del cuerpo de su hermano y pasado el tiempo, los familiares simplemente sintieron que sus restos –donde fuera que se encuentren-, deberían dejarse junto con los de sus amigos.

También existen argumentos sobre la forma en que –al igual que en otras partes del mundo- “la memoria” ha devenido en una herramienta de la política partidaria y de ventaja personal. Entre los ejemplos mas polémicos se encuentran las recientes intervenciones del juez Baltasar Garzón, mejor conocido en el mundo anglófono por su intento en 1998 –utilizando sin precedentes el principio de la “jurisdicción universal”- de obtener la extradición a España, del General chileno Augusto Pinochet, bajo el cargo de crímenes contra la humanidad. Toda esta movida ayudo a despertar el interés por las atrocidades cometidas en el pasado, en las tierras del juez Garzón, similares a las de Pinochet en Chile. El verano pasado, Garzón tardíamente arremetió contra un grupo de autoridades ociosas frente a sus obligaciones para con la Ley de la Memoria Histórica, que entre otros puntos exige a estas autoridades a asistir y colaborar en la excavación de restos y la búsqueda de archivos y –salvo casos de interés histórico y/o arquitectónico que así lo ameriten- de remover los memoriales del dictador Franco.

Alguna de sus demandas pareciera quijotesca por no decir dictatoriales. Actuando en representación de un número de familias, el juez anuncio, por ejemplo, que necesitaba la lista completa de las victimas de la Guerra Civil en un plazo de dos semanas. Mientras que los historiadores del siglo XX están encandilados de ver como los archivadores son presionados para obtener los récords documentarios disponibles lo antes posible; también señalan que la cantidad del material es inmensa. Una investigación comparativa del campo de concentración Nazi de Mauthausen, donde varios miles de españoles republicanos que viajaron al norte para apoyar a los aliados fueron hechos prisioneros y murieron, tomo ocho años para establecer la identidad de solo 4000 prisioneros y aun esta lejos de ser completada.. No es difícil pues calcular de este ejemplo, el tiempo que se requerirá para obtener una lista razonable y precisa de, digamos, los aproximadamente 20,000 que fueron asesinados en España solo en el verano de 1936. Un censo completo de los muertos de la Guerra Civil, va a involucrar unos siete u ocho veces este número.

Los oponentes legales del juez Garzón han argumentado de forma exitosa que la Ley de la Memoria Histórica del 2007 otorga responsabilidades a las autoridades locales y no a las centrales (la España democrática de hoy es altamente desarrollada en lo administrativo) y por lo tanto el juez ha cometido un exceso en sus poderes. Pero el nunca se ha retractado de sus pedidos exagerados y ha demandado, por ejemplo, que todos aquellos antiguos oficiales de Franco que aun viven, deberán ser acusados por crímenes de lesa humanidad. Y cuando se le recordó la ley de amnistía aprobada por el gobierno electo de 1977, el juez contesto que ninguna ley esta por encima de los derechos humanos. Mientras tanto el juez viene presionando en la búsqueda de historiadores que ha demostrado la existencia de una serie de experimentos efectuados por los médicos de la falange, en algunos prisioneros republicanos, con la esperanza de poder identificar lo que se creía en aquellos tiempos, bajo el nombre del llamado “gen rojo”; como por otro lado, el hecho de que miles de niños fueran separados de sus madres republicanas, incluyendo aquellos que nacieron en prisión; para ser entregados a parejas de franquistas, o a ordenes religiosas, y con una nueva identidad. Muchas de estas personas adoptadas forzosamente aun viven y algunos de ellos han descubierto recientemente quienes eran sus padres reales.

La ley es un instrumento menos contundente que la historia. Los esfuerzos legales del juez Garzón, que incluye entre otras causas la excavación de la tumba de Lorca, podrían resultar algo ruidosos, en comparación con el trabajo paciente que se viene desarrollando. Como uno de los sobrinos de García-Lorca reclamaba: “Nosotros no necesitamos que un juez nos venga a decir que Franco era un asesino”. A la edad de casi 40, el juez Garzón estaba muy vinculado al ala izquierda del PSOE, dirigiendo brevemente su campaña anti-drogas. Cuando el PSOE retoma el poder en el año 2004, el nuevo presidente de gobierno José Luis Rodríguez-Zapatero inmediatamente empezó a presionar por la Ley de la Memoria Histórica, con la muy probable intención de inducir a los miembros claves del conservador Partido Popular a oponerse a esta ley. El actual líder del PP Mariano Rajoy cayó en la trampa permitiendo que su partido sea visto como el heredero natural del franquismo –y el PSOE en contraste, como la versión idealizada del nuevo movimiento republicano. (El mismo Zapatero suele hablar de uno de sus abuelos que fue asesinado por los franquistas, pero no del otro que pertenecía al bando oponente) Mientras tanto nadie acusa a Baltasar Garzón del crudo partidarismo que ha desempeñado; siempre fue un implacable exterminador de corruptos en el PSOE y en otras entidades. Al optar colocarse como una especie de héroe del movimiento de la memoria, el juez no habría dañado o puesto en riesgo sus posibilidades, si es que hubiera elegido retornar a la política.

Otra fuente de desacuerdos -y probablemente la mas poderosa en cuanto a las emociones- deriva de la brecha generacional. Con toda seguridad uno de los primeros grupos en proponer la exhumación de los cuerpos, fueron los sobrevivientes de la Guerra Civil. En Málaga conocí a un hombre muy reverenciado en su localidad, de nombre Francisco Espinoza, nacido en 1931, cuyo padre, una de las victimas de la falange, esta enterrado en el cementerio de San Rafael. Espinoza inicio una asociación “contra el olvido” en Málaga hacia 1977. Pero muchas otras personas que recuerdan al dictador, sin embargo, me expresaron sus dudas: y dudas que con frecuencia me parecieron estar cargadas de un elemento de orgullo herido. La pacifica transición a la democracia, frente a los ojos de estas gentes; fue un triunfo y todo ciudadano con más de 50 años, no solo lo vivió sino también participo de ella. El pragmático “pacto del olvido” (acuerdo para olvidar) de los días iniciales a la era post-franquista, podrá estar ridiculizado hoy en día, pero en su momento sirvió para un propósito crucial.

En la medida que exista, así será. En el pasado mes de setiembre (2008) en el diario El País, el novelista y columnista Antonio Muñoz Molina ataco al Movimiento de la Memoria, argumentando que sus miembros solo buscan satisfacerse a ellos mismos con la idea fantasiosa aquella que sin tener que realizar mucho esfuerzo o ponerse en una posición de peligro, están ellos de alguna manera ratificando una injusticia histórica mayor:

“El resultado de la sentimentalizacion y oficialización de la memoria misma es en si una forma de amnesia… Cualquiera que reclame que solo hoy es posible de publicar novelas o libros de historia que relaten la verdad sobre la guerra civil y la dictadura, harían mejor en decir que ellos o ellas no han leído los que fueron escritos anteriormente, o que no se van a tomar la molestia de hacerlo por estar pasados de moda.”

Me reuní con el escritor en Madrid y se expandió en el tema con un buen humor exasperado…”Usted observa las fotografías en los diarios o en la televisión de personas demasiadas jóvenes como para tener memoria alguna sobre la Guerra Civil, con lagrimas porque algunos esqueletos se hayan con sus manos atadas. Pero por supuesto que sus manos estaban atadas!”

Hay un cierto sentido detrás de toda esta crítica. Para este desinteresado extranjero hay algo absurdo en el hecho de ir a buscar cuerpos humanos enterrados hace más de setenta años y es lastimoso que se explote el sentimiento de una guerra distante para fines políticos corrientes. Las generaciones más viejas si tienen por lejos un motivo justo y un entendimiento más complejo de lo sucedido en la primera mitad del pasado siglo, que los jóvenes. Tal como me lo comento un espectador retirado que presenciaba la exhumación de una fosa: “Existen mas de dos partes en este asunto”. Manifestó que para el, nadie se veía fastidiado en relación con el resto de fosas comunes de los “nacionalistas”. Y aun existen otros argumentos a ser escuchados, particularmente aquel que establece que la moda de la memoria ha sido sobredimensionada por los medios, y que se corre el peligro de abrir viejas heridas, además de operar todo esto como una manera de distraer la atención a p[problemas mas urgentes como el medio ambiente y la economía. Después de todo, España debe lidiar con una de las tasas de desempleo mas elevadas de Europa.

Lorca mientras tanto, como muchos lo han señalado, sobrevive en su obra: encontrar sus huesos no cambiara para nada las cosas. Sin embargo, la mayoría de los muertos no tiene ningún especial reclamo en la memoria histórica y es un hecho que los sobrevivientes de la Guerra Civil están falleciendo, lo que hace que las nuevas generaciones estén ávidas por conocer las experiencias de sus familiares en aquellos tiempos, para así poder conmemorar a los que murieron. Por mas humildes que pudieran ser y en los hechos por mas absurdas, estas muertes; mas fuerte será el impulso de las nuevas generaciones. (Continuara...)

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