Monday, April 20, 2009

El Movimiento de la Memoria
(Tercera entrega)

Por Jeremy Treglown
(Fuente: revista literaria GRANTA numero 105, Spring 2009)

(Viene del post anterior...)
Marina Gómez Pastor vive con sus padres y su hermana en Valdecaballeros, un pueblo pequeño -aun para los estándares de la región-, de Extremadura, al suroeste de España. Ella es la nieta menor de Benilde Ruiz Fernández, una viuda que fue la presencia permanente en su vida mientras creció, en los años 80’s y 90’s. Este fue el periodo denominado por los españoles, de “la transición”: ese precario trance a la democracia luego de la muerte de Franco en 1975. Por consenso general, era mejor visto en aquel entonces no hablar demasiado sobre el pasado, al menos públicamente. Una nueva constitución tomo tres años en elaborarse. Y durante este periodo España fue gobernada primero por gobiernos escogidos por un joven e inexperto Rey Juan Carlos –el primero de estos gobiernos al mando nada menos que del ex “Carnicero de Málaga”, Carlos Arias Navarro. La mayoría de las estructuras de Franco se mantienen vigentes y los ejércitos siguen leales a su memoria. Partidos políticos y uniones sindicales democráticamente organizados, empiezan muy lentamente a ganar fuerza y el grupo separatista Vasco ETA se encontraba muy activo. Y cuando finalmente se realizan las elecciones generales de 1977, llega al poder Adolfo Suárez –un hábil liberal de centro, pero otra vez, alguien que había empezado su carrera política bajo el patrocinio de Franco. Pasados tres años más, hubo un serio intento de nuevo golpe militar.

Además, durante la dictadura,- con todos sus censuradores, su propaganda, sus políticas desarrolladas desde arriba y a puerta cerrada, y con su actitud a desaparecer en forma misteriosa-, la gente había prácticamente olvidado lo que significaba hablar abierta y libremente en publico sobre cualquier tema de interés. Las conversaciones, sin embargo, no estaban restringidas “en casa” y a medida que el tiempo paso y las nuevas libertades iban apareciendo como un hecho crecientemente real; Benilde empezó a contarle a su nieta las historias del pasado; particularmente una historia ocurrida en un día de abril de 1939, tenia diecisiete años.

Ella era la menor de tres hermanas. Cuando eran jóvenes, su padre Waldo –diminutivo de Ubaldo- Ruiz Belmonte, trabajaba en los campos de cultivo que existen entre Valdecaballeros y la siguiente villa, Castilblanco. Venían viviendo desde antes, tiempos desesperados. En 1923, inmediatamente después del nacimiento de Benilde, la nueva dictadura militar fortaleció el feudalismo, que en ninguna parte era más fuerte y arraigado que en la empobrecida Extremadura. Viajeros extranjeros de la época en esta región, contaban como, si se encontraban almorzando un plato que incluía un trozo de carne, inmediatamente las gentes de los alrededores se amontonaban alrededor de la mesa. En el invierno de los años 1931-32, los trabajadores del campo de Castilblanco se fueron a la huelga –huelga que inspiro al cineasta Buñuel la realización del film Tierra sin pan- y para la primavera de ese 1932 estos campesinos se encontraban en situación de hambruna. En ese mes de abril durante una demostración, un miembro de la Guardia disparo a uno de los huelguistas. Como respuesta, la población con piedras y cuchillas en mano, se alzo contra el destacamento policial matando a cuatro de ellos. El evento origino la ira nacional y fue un preámbulo de lo que iba a venir.

Durante gran parte de la Guerra Civil, una porción de la línea de frente pasaba entre los dos pueblos. Valdecaballeros al sur, fue tomado por los nacionalistas y un número de familias, los Ruiz entre ellas, se trasladaron 200 kilómetros al este hacia Daimiel, un área de importancia agrícola en manos de los republicanos y una de las fuentes de recursos más importantes para las fuerzas leales. También era considerado centro del movimiento sindical.

De acuerdo a la historia narrada por Benilde, todos estaban muy ocupados por mantenerse vivos, como para utilizar parte del tiempo a la política. Cuando hacia el final de marzo de 1939, Franco declara la victoria, ellos asumieron que la guerra había terminado y juntos con todos los demás vecinos deciden emprender el retorno a casa. En el momento en que la caravana empezó a bajar la cuesta que los llevaría a Valdecaballeros, fueron interceptados por un grupo de soldados. Waldo y otros hombres del grupo fueron arrestados y trasladados a una prisión en el pueblo, por la Falange. Ahí estuvieron incomunicados por tres días. Lo que sea les haya sucedido durante esos tres días a manos de las tropas victoriosas, el hecho es que se dio una nueva orden para que los detenidos fueran trasladados en un viaje a través del camino de Castilblanco hacia la cima de una colina, que había sido utilizada como trinchera republicana, en donde fueron fusilados y enterrados en una fosa.

Para la viuda de Waldo este hecho represento el fin de todo. Exhausta no solo por los años de la guerra, sino ahora además, por las especulaciones obsesivas del porque lo habían matado (el había denunciado en alguna oportunidad a una mujer de Castilblanco que habría robado dos de sus mulas: ¿tendría este hecho alguna relación con su fusilamiento?), ella al poco tiempo también habría de morir. Quedo a cargo de Benilde el cuidado de sus hermanas menores, encontrarse un marido y tener sus propios hijos. En los años 40’s la vida en España no solo era mas difícil que en las décadas anteriores de los 20’s y 30’s, sino que además para cualquier ciudadano que era reconocido opuesto al régimen dictatorial, era hasta terrorífico. La política de Franco, fue una mezcla de triunfalismo y venganza y muchos de los muertos de la Falange fueron exhumados y vueltos a enterrar con honores. Aquellos que eran asociados al republicanismo debían mantener la cabeza baja y la voz callada. Y cuando Benilde empezó a contar su historia en casa, encontró una audiencia desbordada en su nieta Marina. En su escuela donde una sensitiva e inteligente maestra educada durante los tiempos de Franco, la Guerra Civil era raramente mencionada y esto incentivaba más aun la curiosidad de Marina. Ella quería hacer algo por su abuela, y algo por el pasado.

Y como Marina, otros de la nueva España europea empezaban a sentir que esa historia no había tenido la suficiente atención, o peor aun, habia tenido la atención equivocada. Monumentos al dictador aun se encuentran en todos lados: calles con el nombre de generales nacionalistas, Queipo del Llano entre ellos; plazas de ciudades dominadas con estatuas ecuestres de Franco; pórticos de iglesias memorializando a aquellos que murieron “por Dios y por España”, como si todos los que lucharon en el otro bando, fueran inevitablemente ambos; ateos y malos patriotas. Y fue esto, en efecto, lo que el franquismo enseño, especialmente en la iglesia. En la catedral de Jaén, no lejos del lugar donde Lorca fue asesinado, cada uno de los cuatro pilares que existen en su interior, contienen un monumento a los religiosos de la diócesis, asesinados durante la Guerra Civil: 135 son los nombrados, en un rango que va desde un obispo y algunos dignatarios cardenalicios a un monje y dos alumnos del seminario. La mayoría eran sacerdotes de parroquias. Los asesinatos, que ocurrieron en muchos otros lugares de España (unos 6,800 sacerdotes, monjes y monjas, es el numero que se piensa fueron asesinados; numero mayor a los asesinados en la Revolución Francesa) son una acusación hacia ciertas facciones del movimiento republicano y no es difícil de imaginar el impacto que estos hechos tuvieron entre las comunidades donde los sacerdotes aun son importantes. Pero este monumento contiene dos mentiras. Una es la que dice que los religiosos murieron en lo que es descrito como “La Revolución Marxista de 1936-1939” en vez de indicar que fue como resultado de un golpe militar apoyado por la jerarquía de la Iglesia. Y la otra mentira es por omisión. No existe un monumento en la catedral por los muertos republicanos, por aquellos demócratas que fueron derrocados con el auspicio y la exigencia de la mayoría de obispos, y una vez ejecutada, acogida por el Papa Pío XII, a través de un mensaje publico a Franco, “con inmenso regocijo”.

Para los años 80’s y 90’s, si bien la democracia no se encontraba mas en el lado critico, la presión por remover los monumentos se hizo cada vez mayor. De manera mas constructiva, asociaciones locales de voluntarios, han empezado a ver la forma de asistir a aquellas personas que sufrieron durante la dictadura y ver la forma publica de consenso para enmendar actos del pasado. En particular, para que aquellos que fueron asesinados por el auto nombrados representantes de “Dios y España”, sean finalmente conmemorados. Uno de los primeros signos en el cambio de actitud apareció a inicios de los años 80’s, cuando las familias locales apoyadas por la organización sindical instalo un memorial en un campo cercano al paso de Caude en la carretera de Valencia a Zaragoza, en la zona central-este de la provincia de Teruel. Había en ese lugar un inmenso pozo de agua de ochenta y cuatro metros de profundidad. Durante la Guerra Civil fue cubierto gradualmente con los cuerpos de cientos de personas ejecutadas sin juicio, la mayoría de ellos miembros sindicales de la Sociedad Obrera Agrícola.

En parte bajo la influencia de movimientos similares en áreas de Latino America, familias han empezado a desenterrar tumbas comunes para darles a los restos un entierro decente. Exhumaciones de este tipo originan impresiones duraderas, incluyendo a los miembros de la familia de Waldo Ruiz. Esta exhumación tuvo lugar a comienzos del nuevo milenio en El Bierzo, en la región de León, provincia famosa porque ahí se gesto y desarrollo el movimiento de resistencia contra Franco, posterior a la Guerra Civil. La fosa común en cuestión contiene los restos de “los 13 de Priaranza”, un grupo de militantes izquierdistas ejecutados por miembros de la Falange en octubre de 1936. La exhumación fue planeada por un joven periodista de nombre Emilio Silva. Su padre, con apenas 10 años de edad pasó de ser un candido niño de escuela, a tomar responsabilidad por toda la familia. La razón de este cambio de fortuna fue que el abuelo de Emilio, un inteligente y abierto Republicano que había emigrado a America pero retornado en 1925 para cazarse y empezar un negocio en El Bierzo; fue capturado por la Falange y junto con los 13 de Priaranza, fusilado y enterrado en una fosa. Al igual que Marina y muchos otros que nacieron hacia el final y después de la muerte de Franco, el joven Emilio creció reflexionando que es lo que debió significar que un niño, que de pronto, se convierta en cabeza de una familia española de fines de los 30’s. Emilio lleva el nombre de su abuelo. En “Las Fosas de Franco” -el titulo del libro del cual el es co-autor, es difícil de traducir, porque la palabra “fosa” significa tumba, pero también “zanja”; una tumba propiamente lleva un nombre mas digno como “tumba” o “sepultura”- el ha escrito sobre su familia, sobre el viaje de su abuelo en la parte trasera de un camión al remoto lugar, donde los hombres habrían de ser fusilados, sobre la experiencia que fue esperar su turno y sus ultima suplicas de piedad:

“He pensado muchas veces sobre como debe haber sido el terror de mi abuelo durante esas horas, sobre el terror de cada uno de esos hombres mientras eran conducidos al matadero: miedo por la vida propia, miedo por la familia que dejaba, sobre si serian castigados. Mas de una vez he cerrado mis ojos y he tratado de ponerme en el lugar de mi abuelo, para sentir la misma agonía, la misma impotencia, el mismo pánico.”

Emilio describe la búsqueda de la fosa comun, impulsado en parte, por estas imágenes, y en parte por el deseo de conseguir lo que su abuela intento, con la búsqueda infructuosa por obtener el apoyo oficial, para poder encontrar los restos de su esposo. La narración es particularmente descriptiva cuando escribe sobre lo aprendido de la experiencia común: que mientras los sobrevivientes iniciales frecuentemente se mostraban seguros de cual era la ubicación de un lugar, cuando eran llevados al lugar, hasta el sepulturero se mostraba confundido por los cambios de cultivos, y nuevos caminos y edificios. Entrenado como un sociólogo, Emilio se vio cada vez mas envuelto no solo en sus propias indagaciones, sino en las de aquellas personas que compartían sentimientos de perdida similares, en el pasado. El fue particularmente influenciado por el profesionalismo de dos personas que lo contactaron a raíz de un artículo de prensa escrito por Emilio, publicado en el diario La Crónica de León. Ellos son Julio Vidal, un arqueólogo cuya madre es de Priaranza, y su esposa, María Encina, una antropóloga forense.

Esta pareja ha venido siguiendo los trabajos de “arqueología contemporánea”, que se han presentando en varios lugares de tanto Europa, incluyendo sitios de la Primera Guerra Mundial, en Francia; como de Argentina, Ruanda y Croacia. Están familiarizados con los protocolos y procedimiento que giran en torno a esas investigaciones, así como del uso de las pruebas del DNA, identificando restos problemáticos, y estaban buscando la oportunidad de emplear estos métodos, a las actividades similares que venían tomando lugar, de una manera mas desordenada, en España. Ambos quedaron impactados con las excavaciones de Arganza, en donde dos años atrás, los diversos restos óseos correspondientes a media docena de hombres, fueron recolectados a través de las palas de una maquina excavadora para ser depositados en una carretilla y trasladados al cementerio. Emilio se apresuro a incorporar a la pareja y a varios voluntarios, entre los que se encontraba un joven historiador de la Guerra Civil, Santiago Macias. Todos los que trabajaron en Priaranza del Bierzo se entregaron apasionadamente para develar lo que ellos vieron como su verdad sobre la Guerra Civil. En palabras de Emilio, “Estamos empezando a construir una isla de justicia histórica, en el mar de amnesia, sobre aquellos que, con sus ideas y con su trabajo político, construyeron la primera democracia de España”.

Las exhumaciones tomaron tiempo. La identificación de alguno de los restos involucra lentas búsquedas en los archivos, así como pruebas del DNA. El profesionalismo de todas estas personas atrajo la atención de los medios y de políticos locales, y pronto las autoridades locales votaron a favor de soporte financiero para la jurisdicción, destinados a proyectos similares que se lleven a cabo en el futuro. Emilio y Santiago, mientras tanto, recibieron un diluvio de requerimientos y llegaron a la conclusión que si bien es cierto que muchas asociaciones regionales persiguen similares investigaciones, y desde diferentes fuentes, incluyendo archivos locales que en su gran mayoría son inaccesibles y con catálogos deficientes; no existía un foro nacional que aglutinara todos estos trabajos. Juntos crearon una de las más poderosas organizaciones de base en España: La Asociación para la Recuperación de la Memoria histórica (ARMH).

Por su reputación, uno pensaría que la ARMH esta ubicada en un palacio en algún lugar cerca al Prado. Sus actividades son seguidas prácticamente todos los días en la prensa española; cuenta con una pagina Web extremadamente eficiente, informativa y muy visitada –www.memoriahistorica.org-, con mas de 6,000 miembros registrados. Emilio y Santiago han sido invitados en numerosas oportunidades a conferencias internacionales de organizaciones relacionadas, entre ellas el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. El trabajo de la asociación consiste en gran parte en darle ímpetu a la Ley de la Memoria Histórica. Su local consta de un pequeño departamento propiedad de Emilio y ubicado en uno de los suburbios de Madrid; la casa de Santiago en el oeste de España y una Van. Ambos hombres se pasan gran parte del día hablando a través de varios teléfonos celulares. La oficina de Emilio es como un Mar de los Sargasos de Laptops, DVDs, libros, panfletos y recortes de prensa; y a Santiago se le suele encontrar usualmente en una u otra oficina.
(Continuara…)

No comments:

Post a Comment