Wednesday, May 13, 2009

"Esto es agua" (1)

Algunos pensamientos expresados en una importante ocasion, sobre como vivir una vida compasiva...

Fuente: Little, Brown and Company (Primera edicion: abril del 2009)
Autor : David Foster Wallace

David Foster Wallace fue invitado a hablar en la ceremonia de graduacion de la clase 2005 del Kenyon College, sobre un tema de su libre eleccion. Este fue el unico discurso que en vida dio.


Estaban estos dos peces jóvenes nadando a lo largo y sucedio que de pronto se encuentran con un pez viejo que venia en sentido contrario, y al ver a este par de peces, los saludó con un hola chicos, ¿como esta el agua? Los dos peces jóvenes continuaron nadando hasta que uno de ellos volteo la mirada hacia el otro y le dijo, “¿qué diablos es el agua?”

Esta es la costumbre “estandarizada” que existe en los Estados Unidos para los discursos de graduación: el desarrollo didáctico de pequeñas historias a modo de parábolas. Y este tipo de historia resulta ser una de las mejores y menos estupidas dentro de las convenciones del género. Ahora bien, si ustedes están preocupados en estos momentos, pensando que yo estoy planeando presentarme a este lugar como si fuera ese viejo y sabio pez que les explica a ustedes los peces jóvenes, que es el agua; por favor, no lo piensen de esa manera. Yo no soy ese viejo y sabio pez. La lección inmediata de la historia del pez radica en que la más obvia, ubicua, e importante de las realidades, suelen ser las más difíciles de ver y de hablar. Claro que establecida como una oración en ingles, esta se nos presenta como una banal perogrullada; pero el hecho es que en las trincheras del día a día de nuestra existencia como adultos, las perogrulladas banales pueden tener una importancia de vida o muerte. Y así es como yo se los quiero sugerir, en esta seca y tierna mañana.

Por supuesto que el más importante requisito en discursos como estos radica en que yo debo hablarles aquí sobre el significado de su educación en Artes Liberales. En tratar de explicarles porque el grado que ustedes están a punto de recibir tiene un valor humano actual en vez de una simple retribución material.

Entonces empecemos hablando de este simple y poderoso cliché que se da dentro del género de los discursos de graduación, cual es aquel que dice que la educación en Artes Liberales no trata tanto de como llenarlos de conocimiento, sino, cito, “enseñarles a ustedes como pensar.” Y si ustedes fueran como yo, cuando era estudiante universitario, no les hubiera gustado para nada escuchar esto, se sentirian un poco hasta insultados, bajo el reclamo de que en realidad no necesitan a nadie que les enseñe como pensar; toda vez que han sido aceptados en una universidad lo suficientemente buena y prestigiosa como para estar probándoles que tan bien saben pensar. Pero les voy afirmar a ustedes que este cliché sobre las Artes Liberales resulta no ser tan insultante como podría creerse, porque la educación realmente significante en lo que se supone vamos a adquirir en un lugar como este, no tiene que ver tanto con la capacidad del pensar, sino por el contrario, con nuestra elección sobre que vamos a pensar. Si su total libertad de elegir en relación sobre que pensar, les resulta demasiado obvio como para perder el tiempo en hablarlo; les voy a pedir que piensen en el pez y el agua y que pongan en paréntesis, solo por unos cuantos minutos, su escepticismo acerca del valor de lo totalmente obvio.

Aquí les tengo otra de esas historias breves y didácticas. Están dos tipos sentados en un bar de uno de esos lugares salvajes y remotos de Alaska. Uno de ellos es religioso, el otro es ateo y están discutiendo la existencia de Dios, con esa especial intensidad que resulta luego de la cuarta cerveza. El ateo dice: “Fíjate, no es que no tenga una razón actual para no creer en Dios. No es que no haya nunca experimentado todo este asunto de Dios y la oración. Sucede que el mes pasado de pronto me vi atrapado, lejos del campamento, en una de esas tormentas de nieve y no podía ver nada, y estaba absoluta y totalmente perdido, y había cincuenta grados bajo cero, y entonces lo decidí e intente hacerlo: me arrodille en la nieve e implore por Dios… Dios, si hay un Dios, estoy perdido en esta tormenta de nieve, y voy a morir pronto si tú no me ayudas!” En el bar, el tipo religioso miro al ateo con total perplejidad: “Bueno, entonces ahora debes creer”, le dijo. “Después de todo, aquí estas, sano y salvo.” El ateo puso sus ojos en blanco como si el religioso fuese un tonto y le respondió: “No hombre, todo lo que sucedió fue que de pronto aparecieron un par de esquimales y me mostraron por donde era el camino de regreso al campamento.”
Es muy fácil entender esta historia bajo cierto tipo de análisis estandarizado dentro de las Artes Liberales: una misma experiencia puede significar dos cosas completamente diferentes, en dos personas diferentes, que tienen a su vez dos modelos de creencias diferentes y dos caminos diferentes para construir sus propios significados a partir de la experiencia. Y porque apreciamos la tolerancia y diversidad de creencias, de ninguna manera en nuestro análisis del tipo "Artes Liberales", vamos a reclamar que la interpretación de uno de ellos es la verdadera y la del otro la falsa o mala. Lo cual esta bien, salvo que nunca terminamos reflexionando sobre el origen de estos patrones y creencias individuales, en el sentido que vienen del interior de estas dos personas. Como si las más básicas orientaciones de una persona en relación al mundo y al sentido de su experiencia, estuvieran de alguna manera enraizadas a su ser, al igual que su estatura física o la talla de sus zapatos; o como en el caso del lenguaje, que es absorbido por la cultura. Como si la construcción de significados no fuera un asunto de elección personal y producto intencional de una decisión consciente. A todo esto hay que agregar el asunto de la arrogancia. El tipo que no es religioso esta totalmente en estado de sujeción y seguro de si mismo, para descartar la posibilidad que los esquimales tengan algo que ver con su ruego a Dios pidiendo ayuda. Y es cierto, tambien existen muchas personas religiosas que se muestran absolutamente arrogantes con respecto a sus propias interpretaciones. Y probablemente son mas repulsivos que los ateos, al menos para la gran mayoría de los que nos encontramos aquí reunidos, y el hecho es que el problema del dogmatismo religioso es exactamente el mismo que se muestra en la genesis del ateo: arrogancia, certeza ciega, y una mentalidad limitada que es como una prisión tan absoluta o completa que el prisionero no termina ni de darse cuenta de que esta encerrado.

El punto aquí es que yo pienso que esto es un aspecto de lo que el mantra de las Artes Liberales nos dice, “enseñarnos a como pensar”; es lo que realmente supone que dice: el de ser un poco menos arrogantes, el de tener alguna consciencia critica sobre mi ser y mis certezas… porque un inmenso porcentaje de cosas que automáticamente damos por ciertas, resultan totalmente falsas y engañosas. Y yo aprendí todo esto de una manera penosa y difícil y les pronostico a ustedes
-que hoy se graduan-, lo mismo.

A continuación un ejemplo de algo totalmente equivoco y que sin embargo tendemos de manera automática a dar por cierto: todo lo que esta alrededor de mi propia e inmediata experiencia soporta la profunda creencia de que somos el centro absoluto del universo; soy la mas importante, brillante y realista de las personas existentes. Y raramente solemos hablar de este tipo de naturaleza básica y egocéntrica, porque es socialmente tan repulsiva, pero muy en el fondo, es casi la misma para todos nosotros. Es esa disposición innata (*) que se nos instala solidamente desde el instante mismo en que nacemos. Piénsenlo de esta manera: no ha existido en sus vidas una sola experiencia en donde no hayan estado en el centro absoluto. El mundo tal como ustedes lo experimentan se encuentra justo frente a ustedes, o atrás, o a la izquierda o a la derecha; esta en sus televisores, en sus pantallas del ordenador, o donde sea. Los pensamientos y sentimientos de las otras personas tienen que ser comunicados de alguna manera; pero los suyos propios son tan urgentes, inmediatos y reales.

Ustedes captan esta idea. Pero por favor no se sientan preocupados por el hecho de que yo podría estar preparándome ahora para predicarles sobre como ser compasivos y otras directrices como las llamadas “virtudes”. Esto no es un asunto de virtud, es un asunto que tiene que ver con mi elección a realizar mi trabajo que consiste de alguna manera en alterar o liberarme de mi estado natural que es esto que nos viene dado por la naturaleza, que resulta ser profunda y literalmente egocéntrica; y con interpretar y ver todo a través de un lente propio.

Las personas que pueden ajustar esta natural disposición innata de esa manera, son usualmente descritas como “bien adaptadas”, por lo que desde ya les sugiero que no estamos ante un termino accidental.

Dado aquí este posicionamiento académico, una pregunta obvia es, que tanto de este trabajo de ajuste de nuestras disposiciones innatas envuelve el intelecto y conocimiento actual. La respuesta, que no es una sorpresa, dependerá de que tipo de conocimiento estemos hablando. Probablemente la mas peligrosa cuestión que envuelve la educación académica, al menos en mi caso, es que esta facilita mi tendencia a sobre-intelectualizar una serie de cosas, a perderme en pensamientos abstractos en vez de simplemente prestar atención a lo que esta sucediendo frente a mi. En vez de prestar atención a lo que esta sucediendo dentro de mi.

Y como estoy seguro que ustedes muchachos lo saben, es extremadamente difícil mantenerse alertas y atentos antes de quedar hipnotizados por el constante monologo que se genera en nuestras cabezas. Lo que ustedes no saben aun, es cuales son los riesgos que esta lucha lleva implicitos.
Desde mi propia graduación hace veinte años, he venido poco a poco entendiendo todos estos riesgos y he podido constatar que ese cliché de artes liberales que dice “enseñándoles cómo pensar” ha quedado corto por una mas profunda e importante verdad: “Aprendiendo cómo pensar”, es decir aprendiendo como ejercitar algún control sobre en que y en cómo pensar. Significa estar lo suficientemente concientes e informados en la elección de a que vamos a prestar atención y en la elección de cómo vamos a encontrar un sentido desde la experiencia. Porque si ustedes no pueden ejercitar este tipo de elección en sus vidas adultas, entonces se encontraran totalmente perdidos. Piensen en ese viejo cliché que dice “La mente es una excelente sirviente pero una pésima maestra”. Este, como muchos clichés, tan pobre e intrascendente a simple vista, expresa en el fondo una gran y terrible verdad. Y no es poco menos que accidental que la mayoría de adultos que se suicidan con un arma de fuego, se disparan en la cabeza. Ellos disparan a ese terrible maestro(**). Y la verdad es que la mayoría de estos suicidas ya estaban muertos mucho antes de halar el gatillo. Y yo suscribo que este es el real y no despreciable valor que la educación en artes liberales supone ser: de cómo mantenernos alejados de esas confortables, prosperas y respetables vidas adultas que estan muertas: inconcientes y esclavos de sus propias mentes y disposiciones innatas; a ser únicos, íntegros y a estar imperiosamente solos, día a día. (Continuara)


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(*) Del termino ingles "default setting" - N. del T.
(**) Esta frase no se consigna en la edicion del libro, pero fue expresada por el autor en el discurso y grabada.

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